Vi hace poco por primera vez el nuevo blog de mi hermana. Tiene una foto de un cuerpo de papel cuyo corazón está en su sexo.
Me vi de nuevo. En ella, tan distante.
A veces pienso que somos muy distintas. Pero sé, aún así, que diferir es una buena porción de ser iguales; porque diferimos en partes de la vida que de una u otra forma hicimos juntas.
Miro su foto del cuerpo de papel, con el corazón en el sexo y me acuerdo de este poema, inconcluso, lo pesqué del río Ucayali hace tres semanas mientras viajaba a una reserva en la selva.
Y me acuerdo de ella que también es de papel, con su mochila al hombro, enseñándome a volar cometa subidas a hurtadillas en el faro de Miraflores.
He perdido la gracia
la capacidad de escribir
me rehuyen las palabras
y mi corazón
ha encontrado otros astros con qué deleitarse.
Mi corazón que pensaba habitaba el pecho
ha nacido anodino por otros lares
viene latiendo debajo
hacia el fondo
en la ingle.
Me han mentido, he dicho
pero no
resulta que soy el único ser en la tierra
cuyo corazón está debajo
hacia el fondo
en la ingle.
Mi corazón es el glande
y esta noche ha latido como una furia
me ha traspasado
húmedo
me ha trastocado.
Mi corazón es un árbol de dos copas
y en su tronco nace mi sexo.
No soy ni hombre, ni mujer, ni mucho menos árbol.
Tengo poros, ramas, escamas.
Soy una cuenca.
Soy la persona que tengo en frente.
Soy este bote que me lleva a Contamana
y la incapacidad de escribirlo todo y guarecerlo.
Soy la incapacidad del resto de aceptarme como parte suya.
Soy todas sus incapacidades
porque soy suya.
Soy el río Ucayali sin lagartos.
Soy mi novio que me toca
y ese otro que me mira con deseo.
Soy todos ellos juntos que me desean aunque no los conozco.
Me deseo entonces,
y me odio cuando mi chico me odia,
y me hago el amor a mí misma tantas veces al día.
¿Y quién es Dios si no soy yo?
¿Quién si no mi chico, o ese otro o todos ellos?
¿Quién si no el río sin largartos, o mi hijo el lobo?
¿Es mi mano envejecida?
Dios lo toca todo como yo
ha vaciado mi cama de toda presencia para que me acueste
que me empape de cama quiere.
Dios me toca y yo lo miro
fijo, como una competencia.
Dios me aguanta la mirada
en el estanque
en la luna del auto
en el espejo.
He conocido a Dios en el espejo.
Es una chica y un chico.
Tiene una voz entrecortada
que me ríe tenue
y dice
allá
en tus arterias
sólo el corazón es un lugar perenne.
Me conocía de antes
de la mafia
le había doblado el brazo a mis enemigos
cantó conmigo cuando claudicaron.
Me había visto sentada en el pórtico
acariciando un gato de la calle,
me silbó y murmuró zandeces
tan inmaduro
tan bucólico.
Dios me ha mirado
interesado.
Quiere que le muestre mi corazón
que late húmedo
allá por las arterias
hacia el fondo
en mi glande.