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IN MEMORIAM - CONSTANTINO





Publicaron el último de estos textos recordando a Constantino Carvallo -alguito editado- en un suplemento muy lindo del Cabezón (revista de mi Colegio) de este año que acaba de terminar.



Si mi voz muriera en tierra,
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.



Rafael Alberti
I

Constan,
Desde que me enteré que te internaron en la clínica he pensado mucho si ir a verte o no, pero finalmente resolví que eres un hombre reservado y algo vergonzoso, así que me aguanto hasta que estés más tranquilo en casa para visitarte y no incomodar en absoluto. Te escribo igual esto para decirte lo mucho que te quiero y lo importante que eres para mí, a pesar de mi ingratitud.
Un abrazote de oso de esos a los que no sabes cómo reaccionar a veces.
Elsie


II

Nunca tuve a Constantino muy cerca durante mi vida escolar, siempre pensé que nuestra promoción fue más de Wili, Gabriela, Fabián, Cecilia y Arnaldo, entre algunos otros, claro. La primaria me lo pintó de negro, como un ogro que debía temer en caso sucumbiera a mis más ocultas tentaciones, como escabullirme al salón de música que había en ese entonces, a hacerme a la rockera entre las colchonetas; treparme al tejado del hall para descubrir de una vez por todas si había o no una familia viviendo ahí; o escarbar debajo de la que era la casa de las tortugas (donde ahora es la cafetería) para confirmar la leyenda del pozo y los niños que nos contaban las señoras de limpieza a quienes nos quedábamos hasta tarde después de las clases. Él estaría ahí, esperándome para recibirme de bruces y reprenderme de formas que ni podía imaginar.
Pero de repente todo empezó a cambiar. Verlo más seguido y que me saludara, tocara la cabeza con su manota y lograra cubrirla como un sombrero, me daba indicios de humanidad en él, de una actitud paternal gratuita e innecesaria. Eso lo cambió todo.
Luego fui a enterarme de que en las pruebas de sexto lo tendría cara a cara con un jurado de los más seniors y peludos que había en todo el Colegio. Juzgarían mi investigación sobre la Contaminación Ambiental al milímetro; escarbarían entre mis conocimientos de Ciencias Naturales e Historia del Perú; y él encabezaría esa procesión.
Recuerdo que estudié mucho. Usé por primera y última vez la máquina de escribir de mi papá para pulir mi investigación, mi más grande logro en la vida. Me pulí yo: me peiné, lustré, perfumé, despepité por completo y miré con candor durante algunos minutos al espejo mi imagen de 10 años de vida. Así salí al ruedo, a verlo. Era un tribunal, pero sin duda alguna sería él quien diera la sentencia y me llevara a la gloria de secundaria, o la soledad de lo desconocido.
El jurado me esperaba listo. Les entregué mi investigación y fue alabada. Yo insistí en exponerla y les conté un poco a esos señores de qué se trataba vivir en un mundo contaminado, y cómo mi cerebro de 10 años había descubierto que podíamos revertir esa situación. Les hablé de mi pequeña organización de chibolos ecologistas, y de que en Venezuela hay un rayo que cae en cierto punto del año y regenera la Capa de Ozono, cosa que verdaderamente los impresionó y el propio Constantino aplaudió.
Después vinieron las respuestas, que si los moluscos, los artrópodos, invertebrados, tal o cual. Y listo, ese fue el que supuestamente debía ser mi trago más amargo. Pero no terminaba ahí. El cabecilla parecía querer más. Mi miró de pies a cabeza, y arremetió:
- Elsie, para pasar a secundaria debes hacer algo más.
- Pero ya contesté todo -rebatí con la voz entrecortada.
- Sí, no tendrás que responder más, ahora te toca bailar un poco de negroide, ese que tan bien bailas con Chevo.
Y caramba, bien que lo bailaba yo. Pero hacerlo ahí, era como si me despellejaran viva, exponer mi movimiento, fruncir el ceño cuando calculaba los grados que giraba la cadera para que este hombre de deseos chocarreros me viera enrojecer y deleitarse más aún con su pollo a la brasa.
- ¡Argggg! Imposible -imploré.
- Pero si no, no pasas Elsie. ¿Sabes lo que sucede con los que no pasan? -me dijo con una perfidia única.
- No...
- ¿Entonces?
- No sé...
Demoré los segundos más largos del mundo en reaccionar. Iba a convertir mi danza en algo que jamás imaginé, una mofa, una parodia, un verdadero infortunio. ¡Mi cadera, Señor! Mi cadera que podía sacarle lustre a los mejores pisos con mi movimiento pulpesco, iba a ser vilipendiada para el beneplácito de estos señores que poco a poco iban convirtiéndose en verdugos liderados por el más acorazado rival.
Resolví hacerlo, pensarlo más sólo alargaría mi sufrimiento, y negarme no era una opción. Una mano en un lado de la pelvis, la segunda en el otro; y como un látigo, dibujar un triángulo con el culito: derecha -centro -izquierda - centro -derecha -centro-izquierda…
Constantino y sus secuaces reventaron en risas y yo seguí como posesa pensando que si paraba y no había sido suficiente me obligarían a reanudar la condena, lo que resultaría más penoso aún.
- Ya Elsie. Es suficiente - me dijo un poco culposo.
- ¿En serio? Pfffff... ¡Graciaaaaas, Nos vemos en media!
- No tan rápido. Ven, te voy a invitar un poco de pollo a la brasa. ¿Ya almorzaste?
- No...
- Ven entonces ¿una papita?
- Bueno...
Y mientras acercaba tímidamente mi manita para empujarme un par de papas y salir chistada, recaí en que aún quedaba en Constantino una gota de chacota por derramar el vaso de mi paciencia. Estaba a punto de coger una papa frita de su plato, cuando ¡zuácate! Me lo alejó y reventó en carcajadas. Repitió la escena un par de veces hasta que (lenta yo) desistí con los intentos y se le acabó el jolgorio.
De esa forma pasé a secundaria. Airada y desairada en el momento. Pero tan pero tan feliz, ahora que lo pienso.


III

Recuerdo con una nostalgia intolerable cada vez que me quedaba después de clase a hacer sabe Dios qué, y me lo cruzaba por el hall o la biblioteca. "Tsss, tsss, tsss" me decía, e ilusa yo, pensaba que era una forma de controlarme, cuando en el fondo simplemente estaba tendiéndome una cuerda, un extremo como para coger el hilo de la madeja, desenredarla y encontrármelo al otro lado, tan humano y brillante.
Su época de Coca Cola, su época de Inka Cola. Los paseos a comer helados en el parque de Barranco trepados en la tolva de la camioneta, las idas al pinball, los pequeños premios a hurtadillas; el poemario… Todo, todito me acuerdo.
Ya de grande lo conocí y me sentí dichosísima de saberlo orgulloso de mí, como si fuera mi papá o algo por el estilo. Y nada que ver pues, mi padre ha sido el hombre más amoroso del mundo, y es mi héroe indiscutible, pero sin embargo hubo algo que Constantino me dio y jamás olvidaré. Sé que se lo dio a todos los que pasaron por el Colegio, sin darse cuenta muchos seguramente. Fue la primera persona que no me sentenció nunca a pesar de meter la pata de formas colosales para mi corta edad en el Colegio, en incluso salida de él. Ese no calificar la persona sino los actos, me enseñó y dio demasiado. Y me vuelvo a sentir mal de recordar todo esto y que no esté acá para seguir viendo las cosas que hago un poco en nombre suyo, y del Cole finalmente.
Fue un hombre tímido, al menos conmigo. Y como soy introvertida también, nos costó muchísimo soltarnos y dejarnos conocer. Pero cada cosa que me dijo la tengo grabada, en una retina extraña, un cedazo con el que parezco colar la vida para quedarme con lo importante.
Sólo fue mi profesor, y sólo me enseñó Filosofía en quinto de media (carrera que casualmente escogí). Por eso mis allegados no entienden cómo puedo seguir tan triste con esta ausencia. Y bueno, yo pienso siempre que aunque no lo hubiera conocido, igual estaría triste, y aunque todos ellos no lo hayan conocido, deberían dolerse igual porque esta distancia nueva que nos deja Constan, no sólo la viviremos quienes lo conocimos, la aguantará el país, y los chicos que, como yo, se darían cuenta gracias a él que el amor por los demás empieza con el amor propio. Y el amor propio arranca en la casa, en la mamá, en el papá, y por ende en la segunda casa que es la escuela, donde está la segunda familia, los segundos hermanos y los segundos padres.

Nos dejó una tarea casi inaccesible en quinto de media. Había que hacer un ensayo sobre el primer filósofo que conocería en mi vida. Todos en el salón claudicaron en el intento. Yo saqué mi arma secreta y consulté a Fernando Fuenzalida, el papá de mis hermanas. Tuve una clase magistral tomando uno de mis primeros cafés y comprendí a qué iba el antiguo Heráclito de Éfeso con todo ese rollo de los elementos y la temporalidad.
Ese aforismo del tiempo que planteaba Heráclito me deja pensando en él, incluso ahora, más aún. Decía que "en el mismo río entramos y no entramos, porque somos y no somos los mismos". El logos del que tanto nos habló Constan, esa razón universal de los griegos, parece gritarnos ahora que, así como Heráclito sentenciaba sobre el tiempo y las contradicciones resultantes en símiles; que Constantino no esté ahora presente, de alguna forma lo hace presente. Al menos así prefiero sentirlo.
Es medio loco cómo cuando una persona muere, los rastros de su existencia se difuminan. Nunca supe tantas cosas de su vida, nunca nadie supo que fuimos amigos, que nos quisimos; que le gustó en especial mi poema de los ciegos porque él se sentía cómodo leyéndolo. Y no sé bien cómo contarlo, o si guardarlo. La verdad es que vuelvo a sentirme como una niña pensando en él, y siento su manota en mi cabeza, y sus empujoncitos hacia dejar de ser insegura, hacia verme con sinceridad y dar de mí lo mejor que cargue dentro… que en cierta forma él me dio también. ¿Cómo puedo tener una sensación de desamparo tan fuerte?, ¿Cómo la puede tener tanta gente, además?
Compartíamos el gusto por Rilke, quien decía sabiamente, como él mismo lo citaba, “la única patria del hombre es su infancia”. Veo en todo esto coincidencias que no identifico bien. Rilke, poeta, murió de septicemia producto de un pinchazo de un rosal, episodio del que habla en un poema suyo, como adivinándolo. Pienso luego en pasajes finales del libro de Constan, cuando habla de su propia muerte y simplemente no doy más. ¿Será que hay gente tan, pero tan especial que hasta de su propia muerte pueden hacer algo bello?
Es un vaivén terrible ponderar ideas y sentimientos en torno a esta ausencia… Oscilo entre celebrar su vida y permitirme estar dolida porque ya no está. ¿Y hasta dónde puedo dolerme si fui sólo su alumna? ¿Tiene sentido que me lo pregunte acaso?
Pero hay algo bueno en esta isolación. Creo que nos obliga a ver de dónde venimos, mirar al Colegio, que no es mirar atrás, sino mirar hacia delante, lo que cierne el futuro, eso que somos y no somos que me enseñó a entender él mismo a temprana edad.
Eso, ya no sé qué más decir. Los quiere,
Elsie